martes, 22 de enero de 2013

¿ Gente de clase alta es más deshonesta?

Es la gente de clase alta más deshonesta que el resto?

Una serie de estudios revelan que los individuos de clase alta son más propensos a tener comportamientos poco éticos y que éstos están condicionados por la avaricia.

El conductor de un coche de alta gama probablemente es más deshonesto que los que conducen un utilitario.

Todos lo habíamos sospechado ya, pero es ahora cuando una serie de estudios lo han demostrado: la clase alta es más propensa a tener un comportamiento deshonesto.

Esto es algo de lo que casi se dio cuenta en su día Paul Feldman. Feldman decidió un buen día (en los años ochenta) dejar su puesto de analista de gasto de la armada estadounidense para dedicarse a la venta de rosquillas. En lugar de usar máquinas expendedoras se dedicó a repartir bandejas con rosquillas junto con una especie de hucha por distintas oficinas.

La idea era que la gente voluntariamente y honradamente depositara el costo de la consumición en la hucha. El margen de beneficio permitía un pequeño margen de fraude que finalmente que si no era alto le posibilitaba mantener el negocio (era en EEUU y no otro tipo de país).

Llevaba una contabilidad exquisita que permitía medir la honradez de las organizaciones o incluso del país (según esta medida EEUU es honrado en un 87%) en función de diversos parámetros. El fraude dependía, entre otras cosas, de los festivos cercanos, sobre todo de aquellos que tenían cierta carga de estrés.

También del número de empleados (a mayor número de empleados mayor porcentaje de fraude). Pero lo más curioso es que el fraude era inversamente proporcional a los ingresos de sus clientes. Los empleados engañaban menos que sus jefes.

Así, en una planta en donde había principalmente ejecutivos el grado de engaño (rosquillas robadas) era muy superior a la de la planta de los empleados de la misma empresa. Feldman achacaba ese comportamiento a que los ejecutivos tenían un sentido excesivamente desarrollado de sus privilegios, pero lo más probable es que fue precisamente el ser deshonestos los que les llevó precisamente adonde estaban.

Pues bien, si los datos del vendedor de rosquillas nos parecen poco rigurosos, quizás nos convenza más una investigación “seria”. Ahora, unos investigadores de la Universidad de Berkeley revelan que la honradez de las clases altas es más bien escasa y lo hacen a través de nada menos que siete estudios distintos. Merece la pena leer hasta el final para hacerse una mejor idea de la condición humana cuando se trata de clases altas. Puede que nos aclare muchas cosas.

Según Paul Piff el aumento de las tendencias deshonestas en los individuos de clase alta está controlado en parte por su actitud favorable hacia la codicia. La investigación que ha hecho junto a sus colaboradores sobre las relaciones entre la clase socio-económica, las emociones antisociales o pro-sociales y los comportamientos revela nueva información acerca de las diferencias de clase sociales durante estos tiempos de aumentos de la tensión económica.

Arroja luz sobre el papel de la desigualdad en el modelado de patrones de conductas éticas y comportamiento egoísta, además de indicar maneras en las que estos patrones pueden ser cambiados.

Para investigar la conducta ética de la clase alta los investigadores hicieron un primer estudio en el que se hacía seguimiento de las tendencias éticas de más de 1000 individuos de clase baja, media y alta.

Estos voluntarios informaron de su clase social usando la escala MacArthur y rellenaron unas encuestas en las que se preguntaba sobre sus actitudes acerca de comportamientos sin principios y sobre la codicia. Además participaron en una tarea diseñada para medir su comportamiento deshonesto real.

En dos estudios de campo se comprobó que los automovilistas de clase alta eran de 4 a 3 veces más propensos a realizar maniobras a costa de la seguridad de los demás conductores y peatones. Así por ejemplo los vehículos de alta gama (con una supuesta persona de clase alta al volante) cedía el paso a los peatones en menos ocasiones que los automóviles económicos (ver vídeo).

Puede que al lector le sea familiar este tipo comportamiento en su país por parte de los conductores de vehículos de gama alta (sería interesante hacer un estudio similar para comprobar la influencia sociocultural del país).

Otro estudio encontró que los participantes de clase alta a los que se les presentaba un escenario en donde había un comportamiento falto de escrúpulos eran más propensos que los individuos de las otras clases a responder con el mismo tipo de comportamiento.

En el cuarto estudio a los individuos participantes se les pidió realizar unas tareas en un laboratorio en el que había una jarra de golosinas para las visitas infantiles. Los de clase alta se “llevaban” el doble de golosinas que los de las otras clases.

En el quinto estudio a los participantes se les asignaba un papel de un empleador que tenía que negociar un salario con un candidato a futuro trabajador que buscaba un empleo a largo plazo. Entre otras cosas se les dijo que el empleo seria eliminado pronto y que eran libres de transmitir esa información al candidato. Los individuos de clase alta eran más propensos a no informar sobre este punto a los candidatos.

En el sexto estudio los participantes tomaron parte en un juego computarizado de dados en el que cada jugador podía arrojar cinco veces los dados e informar de los resultados. El jugador con la puntuación más alta recibía un premio en metálico. Los jugadores no sabían que el juego estaba amañado y que ningún jugador podía obtener más de 12 puntos por las cinco tiradas.

Pues bien, de nuevo, los participantes de clase alta eran más propensos a decir que habían obtenido una puntuación mucho más alta que esos 12 puntos, lo que indicaba una alta tasa de engaño.

En el último estudio se encontró que las actitudes codiciosas eran el vaticinador más significativo del comportamiento deshonesto. Los participantes fueron preparados para que pensaran acerca de las ventajas de la codicia y entonces se les presentaron escenarios sobre malos comportamientos en el lugar de trabajo, como robar dinero, aceptar un soborno o cobrar de más a un cliente.

Resultó que los participantes que incluso no pertenecían a la clase alta estaban dispuestos a abrazar comportamientos propios de la clase alta si se les condiciona o preparaba sobre los beneficios de la avaricia.

Según Piff, estos hallazgos tienen implicaciones muy claras sobre cómo el aumento de la riqueza y el estatus en la sociedad conforman los patrones de comportamiento deshonesto, y sugiere que los diferentes valores sociales sobre lo que se tiene o no se tiene ayudan a dirigir estas tendencias.

 Un modelo, que considera la cooperación como propiedad emergente, sugiere que, bajo ciertas condiciones, el comportamiento deshonesto de algunos individuos puede mejorar la sociedad.


Podemos creer que las leyes morales son impuestas por designio divino o pensar que si son un hecho natural deben ser un producto natural de la evolución socio-biológica y que pueden estudiarse científicamente. Después de todo, una sociedad formada por una especie inteligente que no desarrolle unas reglas mínimas de comportamiento está condenada al fracaso y a la desaparición.

Hace no tanto publicábamos en esta misma web un artículo sobre dos resultados recientes sobre cómo mantener la cooperación en las sociedades humanas y evitar que proliferen las personas aprovechadas. Aunque trataba de dos casos experimentales, también se mencionaba de pasada los modelos de simulación computacional.

Pues bien, el caso que vamos a ver ahora es precisamente uno de estos modelos computacionales que está basado en la Física Estadística y en la racionalidad.

La pregunta del millón es saber cómo la ética o la moral aparecen en un mundo donde cada uno sólo mira para sí mismo. Según los resultados de este modelo la respuesta yace en cómo las personas interaccionan con sus vecinos más próximos en lugar de en la sociedad en su conjunto.

El estudio fue dirigido por Dirk Helbing, del ETH de Zurich, y además sugiere que, bajo ciertas condiciones, el comportamiento deshonesto de algunos individuos puede mejorar la sociedad.

Un bien común como los recursos naturales o los beneficios sociales son frecuentemente agotados porque el interés de cada individuo ignora el conjunto del mundo o la sociedad.

El comportamiento cooperativo puede ser forzado mediante el castigo, pero requiere tiempo y esfuerzo por parte de los otros y éstos pueden dejar de aplicar los correctivos. Sin correctivos los oportunistas o aprovechados pueden campar a sus anchas en detrimento de todos los demás y finalmente agotar el recurso común.

La pregunta, una vez más, es saber cómo aparece la cooperación. Ya hemos visto en esta misma web cómo se han propuesto la reciprocidad indirecta, la reputación, el castigo o la recompensa como mecanismos que aseguran el mantenimiento de la cooperación. Sin embargo, según el grupo de Helbing, nada de esto es necesario para que la cooperación florezca.

Para llegar a esta conclusión los investigadores se centraron en la idea de que los individuos se comportan de una manera racional en función de cómo lo hacen sus vecinos, en lugar de en cómo lo hace la población entera (esta última posibilidad exige unos buenos canales de comunicación que permitan acuerdos de castigo, algo que no tiene por qué estar presente).

Es aquí donde aparecen las ideas de Física Estadística. Así, el magnetismo en el modelo de Ising depende del comportamiento de los espines y de cómo éstos interaccionan con los próximos vecinos, idea que es frecuentemente más realista que las aproximaciones de campo promedio. De este modo el campo magnético macroscópico surge de esta interacción a nivel local.

Otros ejemplos típicos son los bancos de peces o las bandadas de aves, cuyos individuos sólo actúan bajo unas reglas fijas dependiendo de lo que hacen los vecinos. De este modo aparece una propiedad emergente que no estaba presente en las unidades individuales. La moral social, según este modelo, sería una propiedad emergente, idea que se pierde en otras aproximaciones al problema.

El modelo se basa en la teoría de juegos y se impone sobre una red cuadrada de 10.000 puntos que representan individuos. Cada individuo puede adoptar una de cuatro estrategias posibles (o estados): cooperar sin castigar a los aprovechados (individuos cooperativistas), cooperar y castigarlos (individuos moralistas), ser un aprovechado o ser un oportunista y aún así castigar a otros aprovechados (individuos hipócritas) o ser simplemente un oportunista. Inicialmente las cuatro estrategias son distribuidas al azar sobre la red y se deja evolucionar el sistema hasta ver qué comportamiento prevalece a largo plazo o se llega a una situación estable.

La evolución del sistema se ve influenciada bajo tres variables: las multas que penalizan a los oportunistas, el costo de la administración del correctivo y un “factor de sinergia” que estipula cuánto es mejorada la suma de las contribuciones individuales por la acción colectiva.

El programa elige un individuo al azar y calcula cuánto puede ganar en relación a sus cuatro vecinos más próximos dadas las estrategias empleadas por cada vecino. Esto es entonces repetido reiteradamente para otros vecinos. La estrategia empleada por cada individuo es entonces modificada a la luz del éxito o fracaso de sus vecinos, de este modo los individuos pueden imitar a aquellos que lo hacen mejor que ellos.

Después de correr la simulación durante 10 millones de iteraciones bajo distintos parámetros se alcanzaron resultados intrigantes. Como era de esperar, si la razón multa/coste y el “factor de sinergia” eran bajos entonces finalmente todos los individuos se convertían en aprovechados egoístas, al igual que los moralistas eran mayoría si esos valores eran lo suficientemente altos.

Sin embargo, también se encontró que los moralistas podían ser mayoría incluso si el costo de administración de castigo era alto. Esto se debía a que el proceso de imitación de los vecinos que más beneficios obtenían pronto daba lugar a agregados o dominios en los que había cooperativistas y moralistas en un mar de oportunistas. Como los moralistas se enfrentaban mejor a los aprovechados que los cooperativistas al final terminaban por dominar el sistema.

Quizás lo más fascinante es que también se encontró una colaboración entre moralistas e hipócritas, ya que los hipócritas podían coexistir a expensas tanto de cooperativistas como de aprovechados. Esto ocurría cuando el costo del castigo era alto, las multas moderadamente altas y la sinergia no particularmente alta. Según los autores este escenario es apoyado por la existencia de hipócritas en el mundo real (aunque ellos los llaman “inmorales”).

Según uno de los investigadores, la contribución de la Física Estadística a este campo puede ser el darse cuenta de que un gran número de jugadores puede dar lugar a un comportamiento colectivo que no puede ser obtenido del análisis de juegos a dos jugadores. Por tanto, los modelos computacionales pueden ser considerados pre-experimentos que ayuden a diseñar sofisticados experimentos de laboratorio.

El equipo de investigadores está construyendo un laboratorio en el que sea posible realizar experimentos de teoría de juegos con 36 personas, y que les permitirá comprobar las predicciones del modelo.

Herbert Gintis, del Instituto Santa Fe, y no implicado en el estudio, cree que la incorporación de estas interacciones a corto alcance son importantes, pero que además habría que considerar las relaciones genéticas de la gente, porque su comportamiento depende de si están tratando o no con un familiar cercano.

La parte positiva es que este modelo predice que la fracción de individuos que cooperan es mayor que en los modelos lineales, en donde el bien común es proporcional a la fracción de los que cooperan dentro del grupo.
Quizás esto explique que, a pesar de todo, hay individuos que ayudan a los demás.

Fuentes y referencias y mas para leer
 Noticia en Physicsworld.
Copia artículo original I.
Copia artículo original II.

Copyleft: a http://neofronteras.com/?p=3759
Nota de prensa.
Artículo original.
Vídeo
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