La euforia inicial ante las ventajas de tener la oficina en casa (libertad de horarios, comodidad…) deja paso, a menudo, a la decepción tras el descubrimiento de las desventajas: soledad, falta de concentración, monotonía… Te enseñamos cómo manejarlas.
Trabajar desde casa es, para algunos, la solución perfecta (por ejemplo, para conciliar la vida laboral y familiar o para llevar a cabo varios proyectos de forma simultánea) y, para otros, un resultado involuntario de su búsqueda de empleo o una situación temporal.
Es innegable que ser productivo en casa tiene algunas dificultades añadidas con respecto a serlo en una oficina. Ese es el motivo de que muchos estudiantes llenen las bibliotecas antes de las pruebas de Selectividad y durante sus cursos académicos: en casa no se concentran igual.
En casi todos los casos, la euforia inicial ante las ventajas de esa situación (libertad de horarios, comodidad, ahorro del tiempo empleado en desplazamientos, etc) se ve rebajada por el descubrimiento de las desventajas: falta de concentración, interrupciones, monotonía, carencia de contacto con otras personas, necesidad de un cambio de aires…
Hay algunos trucos para que trabajar desde casa sea más llevadero, tanto si eres de los que tienen intención de mantener esa situación en el tiempo como si eres una víctima pasajera de las circunstancias. Estos consejos sirven para ser más productivo pero, sobre todo, más feliz mientras se trabaja en casa; y pueden valer también, por ejemplo, para quien esté buscando empleo, escribiendo un libro o gestando un proyecto empresarial.
1. Distingue los espacios en casa
Si tienes una mesa alta para el ordenador, intenta no trabajar desde la cama o el sofá. De lo contrario, tu casa al completo se convertirá en tu oficina y no tendrás dentro de la misma ningún rincón para desconectar. Distinguir el espacio de trabajo es crucial para ser más productivo y aprovechar más tu tiempo de descanso. Si no, el trabajo se convierte en un compañero de piso detestable que no respeta tu privacidad. Y recuerda que, en el rincón que conviertas en tu «oficina», debes estar cómodo, pero no demasiado, si no quieres «apalancarte».
2. Procura salir de casa y ver personas ajenas al trabajo también entre semana
Es una de las desventajas en la que coinciden casi todas las personas que trabajan desde casa: el desgaste que supone seguir en pijama a las 16:00 h, no oír otra voz humana en las primeras ocho horas del día, no acicalarse para una reunión… Si eres de los que se sienten mal por pasar tantas horas solitarias en casa, trata de cerrar citas con amigos o familiares también entre semana. Aprovecha para ello la hora de la comida, las últimas horas de la tarde… Tu mente te agradecerá un cambio de aires. También es útil comprometerte con alguna actividad que te obligue a salir de casa con regularidad (un curso, un deporte…).
3. Levanta una muralla contra las interrupciones de otros…
Desactiva los avisos de correos electrónicos y mensajes de WhatsApp: que seas tú quien decida cuándo consultarlos. Más de lo mismo con los chats de Facebook o Gmail: si quieres aprovechar el tiempo, mantén todo cerradito y apagado. Si recibes una llamada personal que no es urgente, explica que estás trabajando y que podrás hablar más tarde: lo mismo que harías si estuvieras en una oficina.
4. ¡…y también contra las interrupciones voluntarias!
Y es que estas son las peores. De repente se te ocurre que podrías consultar el WhatsApp, ya que tienes desactivados los avisos, por si te han escrito algo importante. O que vas a darte una vuelta rápida por Facebook y Twitter, solo por si tienes algún mensaje directo. O que te apetece un poco de chocolate. O que hace diez minutos que no consultas tu correo electrónico. Y en cuanto se te ocurre cualquiera de esas cosas, ya no puedes evitar detener el trabajo para llevarlas a cabo. Al final, una jornada de cuatro horas se convierte en una serie de pequeños momentos si eliminamos el tiempo dedicado a todas estas tareas. Por eso hay que ponerse serio: por ejemplo, puedes poner el móvil en un sitio cercano, pero al que no alcances sin levantarte (así no perderás ninguna llamada importante, pero no cederás a la tentación de consultarlo con frecuencia).
5. Evita posponer en exceso
Ya lo decía Larra en su conocido artículo «Vuelva usted mañana». A veces tendemos demasiado a posponer. Y muchas veces no es por ningún motivo de peso, sino simplemente por pereza. Es más cómodo pensar «lo haré luego» que hacerlo. Pero, a menudo, hacerlo más tarde quita más minutos que hacerlo ahora. Pensemos, por ejemplo, en la respuesta a un correo electrónico. Si acabas de leerlo, tardarías X en responderlo. Pero si lo dejas para más tarde, además de tener que anotarlo para que no se te olvide, tendrás que emplear un tiempo en releerlo antes de responder. Siempre es mejor solucionar las cosas cuando las tienes frescas en la cabeza.
6. Motívate con «premios» y momentos de descanso
Es más fácil ir alcanzando pequeñas metas que mantenerse activo y concentrado durante seis u ocho horas seguidas. Por eso, es positivo que establezcas tus propias normas y construyas tu «juego» de esfuerzos y recompensas. Por ejemplo, si te apetece un café, fuérzate a no levantarte a prepararlo hasta que termines la página en la que estás trabajando. O tómate un descanso de cinco minutos cada hora en punto para jugar un poco al Candy Crush. Una fragmentación disciplinada del tiempo es positiva y te ayudará a rendir más en tus momentos activos.
7. No seas un «7- Eleven»
No trabajes las veinticuatro horas del día ni los siete días de la semana. Es crucial que te olvides del trabajo durante un par de días al igual que hacen las personas que trabajan en una oficina. Si estás siempre disponible para tus clientes o aprovechas cualquier momento libre para avanzar, serás más susceptible de verte superado por el trabajo. Ponte una hora límite por las tardes y respeta los fines de semana: verás como, cuando llegue el lunes o la mañana siguiente, lo agradecerás.
8. Haz listas y planifica tus jornadas
Aunque suene a consejo de «técnicas de estudio» del cole, apuntar las tareas pendientes es la única forma de no olvidar nada y es una de las principales reglas de coaching personal y profesional. Y, para que las tareas pendientes no se arrastren eternamente de unas listas a otras, es útil hacer, al menos, dos: una lista con las tareas inmediatasque se podrán solucionar en las próximas jornadas de trabajo y otra con las tareas atemporales o a medio plazo, las que no se van a solventar inmediatamente.
Al empezar cada jornada, dedica unos minutos a repasar tus listas y ponerte objetivos realistas sobre las tareas que completarás ese día. Así no te frustrarás cuando queden cosas por hacer al final de la jornada.
9. Apunta las horas que dedicas a cada proyecto
Si tienes varios clientes o proyectos, no está de más que lleves un registro del tiempo que has empleado en ellos. Sí, sería como «fichar» en tu propia casa. Te vendrá bien a la hora de ajustar mejor los futuros presupuestos, ya que te servirá para valorar el coste real de un trabajo o para replantear el proceso de los que te quiten demasiado tiempo.
10. Consulta a colegas de trabajo
Es otra de las carencias que señalan los freelances: echan de menos poder pedir opinión a un compañero para reafirmar una decisión o simplemente charlar unos minutos para comentar algo que les ha ocurrido con un cliente. Solvéntalo, si es posible, contactando con personas de tu ámbito (antiguos compañeros de trabajo o de clase, autónomos que se dedican a los mismo que tú…) Es un alivio sentirse comprendido y escuchado. El contacto humano te da energía para seguir.
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