miércoles, 13 de febrero de 2013

Manuel Jalón ... Inventor del Trapeador (fregona)

Manuel Jalón Corominas no hizo un gran descubrimiento técnico ni científico, pero creo algo fundamental para facilitarnos la vida cotidiana: inventó el trapeador (fregona).

Suele decirse, con tono entre jocoso y burlón, que en España los inventores se limitan a poner un palo a todo lo que cae en sus manos. Naturalmente, por lo general no es así, pero dos inmensos inventos reconocidos en todo el mundo pueden haber sido los causantes de la existencia del chascarrillo.

Por una parte, ahí está esa genialidad que supuso colocar un palo a un caramelo para que los niños, y los no tan pequeños, pudieran chupar el dulce sin pringarse las manos.

Sí, el Chupa-Chups nacido en 1958 en la mente de Enric Bernat ha conquistado incluso el espacio, ya que fue consumido por astronautas en una misión allá por 1995. Ah pero, eso de poner un palo a algo común no es nada sencillo, como demuestra nuestro otro ejemplo nacional más conocido, el trapeador.

Hoy, cuando ha pasado más de medio siglo de su nacimiento, el más práctico de los inventos españoles del siglo XX demuestra que lo sencillo, que no simple, puede convertirse en un producto capaz de vender cientos de millones de unidades y, de paso, liberar a la humanidad de ingratas tareas.


Desde finales de los cincuenta  el trapeador moderno, pensado por Manuel Jalón Corominas, ha permitido que el fregar suelos se convierta en un trabajo mucho más agradable de lo que fue en tiempos de nuestros abuelos.

El nacimiento del trapeador( fregona) moderno
Manuel Jalón Corominas, nacido en Logroño en 1925, siempre ha sido alguien inquieto a la hora de buscar soluciones ideales a problemas comunes. No es algo sencillo, el problema lo tenemos todos delante, pero hallar una solución elegante, barata en su producción y, sobre todo, adecuada para dar respuesta al problema, sólo está al alcance de unos pocos.

Como ingeniero aeronáutico y oficial del Ejército del Aire español en la Base Aérea de Zaragoza pudo conocer de primera mano diversos establecimientos militares del mundo y, en uno de ellos, la inspiración le visitó por sorpresa.

La situación fue exactamente la misma que la vivida por muchos otros, solo que su reacción ante un problema común fue diferente. Encontrándose temporalmente en una base militar de los Estados Unidos, nuestro inventor quedó pensativo al ver cómo se fregaban los inmensos suelos de los hangares con una simple mopa plana y un cubo con rodillos. 

¿Acaso no habría una forma más sencilla y cómoda de realizar aquella ingrata tarea?

Cierto día de 1956 un amigo le lanzó un reto mientras disfrutaban de un momento de descanso en una cervecería. ¿Sería posible librar a las mujeres, que limpiaban de rodillas en aquellos momentos una parte del bar, de un suplicio como aquél? Y, así, pensando en la gente que terminaba con las rodillas hechas polvo ya fuera fregando hangares, bares o casas, decidió idear algo para poder fregar de pie. ¡La solución había estado siempre delante y nadie se había dado cuenta! En América pudo ver cómo algunos hombres limpiaban con una mopa diversas manchas de aceite ayudados por un palo. El hallazgo había permanecido adormecido en su mente desde su estancia americana, cuando se entrenaba para mantener los cazas Sabre F-86, algunos de los primeros a reacción que adquirió el Ejército del Aire español.

Ya no pudo librarse de la idea, le martilleaba día y noche en su cabeza, así que sin dudarlo un instante comenzó a trabajar para convertir la idea en un producto comercial real. Una mopa y un palo, he ahí la solución, claro que no fue tan sencillo.
 
Manuel Jalón trabajó insistentemente hasta diseñar un prototipo realmente viable en un local zaragozano que había alquilado a la familia Bellvis y que, después, se convirtió en el origen de una polémica sobre la paternidad del invento que tuvo que solucionarse en los tribunales. Aquel mismo año de 1956 nació Manufacturas Rodex, primer fabricante del trapeador ( fregona )moderno, una maravilla tan sencilla que cuesta imaginar cómo no se le había ocurrido antes a otra persona.

He ahí lo maravilloso, lograr eficacia con sencillez es algo muy complicado y Manuel Jalón había logrado la proeza. Un palo de escoba, un conjunto de tiras de algodón y un cubo con rodillos accionados por pedal para escurrir, tal era el primer modelo fabricado del increible trapeador que permitía limpiar suelos de pie, sin necesidad de arrodillarse.

Curiosamente fue Enrique Falcón Morellón, primer comercial del novísimo invento, quien pensó que se llamara “fregona”, una palabra que hasta aquel momento sólo se aplicaba a las mujeres que fregaban, no a un artilugio para tal fin.

Desde entonces, infinidad de personas de todo el mundo, sobre todo mujeres, se libraron de sufrir penosas enfermedades de rodilla y de columna vertebral causadas por la anterior necesidad de fregar arrodilladas y, además, la presencia del cubo escurridor también eliminaba la necesidad de tocar con las manos una mopa empapada en lejía, otra ventaja impagable. No tardó en extenderse el invento por todo el planeta gracias a sus increíbles ventajas.

 Lo que hoy conocemos como fregona realmente nació algo después, hacia 1964, pues fue entonces cuando vio la luz el típico cubo de plástico que prescindía de los rodillos, substituyéndolos por un ingenioso tamiz circular que todo el mundo conoce.

Bien, he ahí un invento de éxito, pero también el nacimiento de una polémica. Emilio Bellvis era socio y amigo de Manuel Jalón. Gracias a Emilio pudo ponerse en marcha el negocio original, tal y como he comentado en un local de la familia Bellvis anejo a una tienda de recambio de automóviles. Gracias a la maquinaria de la tienda pudieron fabricar los primeros modelos y dar vida a Rodex, nombre que recuerda al originario cubo de rodillos para escurrir la mopa.

Se ha afirmado muchas veces que fue Emilio Bellvis el padre de una idea de embudo con resaltes que permitía olvidarse de los rodillos y dar forma al cubo de fregona moderno pero tuvieron que ser los tribunales quienes zanjaran el asunto de una vez por todas hace pocos años. Sin lugar a dudas, según la sentencia, fue la patente número 298.240 otorgada a Manuel Jalón Corominas la que permite afirmar que él fue el inventor de la fregona moderna.

Ciertamente Bellvis había registrado en 1960 un escurridor en embudo, pero no el escurridor como tal, pues ya existía y, además, su modelo apenas tuvo éxito pues al escurrir la fregona los salientes no trataban bien a las tiras de fibra de la fregona. Fue en 1964 cuando Manuel Jalón alumbró su célebre escurridor en una sola pieza de plástico que todos conocemos y que convierte a nuestro inventor en el padre de la fregona, una pena que tuvieran que ser los tribunales quienes finalmente fueran los encargados de arrojar luz sobre la polémica.

La jeringuilla hipodérmica desechable, otro gran triunfo de Manuel Jalón
Nuestro protagonista hubiera pasado a la historia, con todo el mérito y sin duda alguna, por el invento de la fregona moderna. Pero como todo genio inquieto, su capacidad inventiva no se iba a quedar en una sola aportación crucial a la mejora de las condiciones de vida del mundo actual. He aquí que, las jeringuillas desechables tal y como las conocemos en su forma perfeccionada actual, también son obra de Manuel Jalón.

 Pero este no sería su único aporte para mejorar nuestra calidad de vida. De lo que más orgulloso se sintió siempre Manuel Jalón fue de sus aportaciones a la creación de la jeringuilla desechable.

La historia de las jeringuillas médicas es ciertamente fascinante. Todavía conservo, con mucho cuidado, cierto estuche antiguo que tengo como reliquia desde mis tiempos de estudiante de medicina y cirugía a mediados de los noventa. Por supuesto, era ya algo muy antiguo y nadie lo utilizaba, pero contar con una jeringuilla de vidrio y su correspondiente colección de agujas hipodérmicas preparadas para ser hervidas y reutilizadas me hacía, y todavía me hace sentir, como un viajero del tiempo.

Esa antigüedad de una época en la que todo se reutilizada nos debe hacer pensar sobre lo afortunados que somos al poder contar ahora con jeringuillas y agujas hipodérmicas completamente desechables, lo que no solo ha mejorado mucho las condiciones sanitarias sino que también ha frenado la extensión de ciertas enfermedades y, como cualquier medida higiénica novedosa, ha salvado la vida de innumerables personas en todo el mundo.

La idea de la inyección en medicina es conocida desde la antigüedad y es mencionada en tratados como los de Galeno. Ahora bien, una cosa es pensar en cómo realizar una inyección y otra muy distinta es contar con la tecnología adecuada para ello. Como sucede con todo, desde la idea hasta los actuales modelos de jeringuilla se ha recorrido un largo trecho.

Las primeras agujas hipodérmicas datan de mediados del siglo XIX, siendo perfeccionadas con el tiempo hasta que el médico francés Charles Gabriel Pravaz popularizara el uso de inyecciones hacia la misma época gracias a su diseño de jeringuilla con pistón. Y, así, aguja hipodérmica y jeringuilla unidas formando un conjunto sin igual, fueron mejorados poco a poco, hasta que Manuel Jalón Corominas decidió cambiar para siempre las inyecciones.

La aventura empresarial de Manuel Jalón con su fregona, sobre todo después de pasar del modelo de rodillos al sistema de escurridor y mopa redondos proporcionó al inventor la base económica necesaria para poder dedicarse a otros proyectos de invención. Cuando vendió su patente a la multinacional holandesa Curver BV, centró sus esfuerzos en crear la jeringuilla hipodérmica más perfeccionada que fuera posible.

Nos encontramos en los años setenta, en medio de la crisis del petróleo, todo un problema y, a la vez, una oportunidad para cualquier empresa que trabajara con plástico que, a fin de cuentas, partía como materia prima inicial del oro negro.

¿Qué productos podrían obtener ventaja de la crisis en un mundo con petróleo y plástico caros? La solución, como era previsible, estaba en los objetos de uso médico, que eran imprescindibles. Manuel Jalón logró convencer al consejo de administración de Rodex S.A. para invertir una cantidad considerable de fondos en la investigación para fabricar jeringuillas.

El resultado del esfuerzo fue la jeringuilla hipodérmica desechable más innovadora jamás conocida hasta entonces y que, en poco tiempo, abrió un mercado impresionante además de toda una revolución médica.

El modelo de Manuel Jalón incluía decenas de mejoras sobre modelos anteriores, era mucho más resistente y fino que cualquier otro intento anterior en el mismo campo y, además, introducía métodos de fabricación novedosos que garantizaban una calidad sin igual. El diseño general, pensado para contar con aristas redondeadas, ofrecía completa seguridad y facilidad de manejo. En conjunto, el diseño de la nueva jeringuilla hipodérmica desechable que conquistó el mundo era perfecto, hermético y, sobre todo, de fácil destrucción.

La medicina contó gracias a ella desde su aparición con un arma de incalculable valor que ha contribuido a frenar la extensión de ciertas enfermedades y ha llegado a todos los rincones del planeta para acudir en auxilio de los enfermos en condiciones higiénicas ideales.

Desde 1975, cuando bajo la dirección de Manuel Jalón se puso en marcha la fábrica de jeringuillas y agujas desechables Fabersanitas en la localidad oscense de Fraga, se han fabricado y distribuido por todo el mundo miles de millones de jeringuillas y agujas que han cumplido una tarea de incalculable valor en la salud de la humanidad.

Manuel Jalón falleció el 16 de Diciembre del 2011 dejándonos este pequeño pero importante legado en nuestras vidas.  Así que la próxima vez que os pongáis a fregar el suelo, recordad a este insigne inventor y reflexionad sobre como para algo tan aparentemente simple como una fregona, hizo falta un ingeniero aeronáutico para inventarla.
Visto en: vidacotidianitica.blogspot.com.br/ 

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