sábado, 23 de febrero de 2013

Mierda, me he dejado el móvil

Sales a la calle, echas mano al bolsillo para mirar algo y te das cuenta: te has dejado el teléfono en casa. Llegas tarde, así que no hay tiempo para volver atrás. ¿Cómo aviso para que sepan que no llevo el móvil? ¿Sabré llegar luego a la cafetería en la que he quedado? Si no puedo escuchar música, ¿cómo mato el tiempo en el autobús? Y lo peor de todo, ¿cómo me escribo entonces con mis amigos?
Quizá no lo sabes, pero eres un enfermo. No sólo porque posiblemente tengas una adicción, sino porque lo que te ha contagiado es un virus. Pero no eres el único, tranquilo, esto es una epidemia.
Ponte en situación: en 1997 había cuatro millones de teléfonos móviles en España, por los 55 millones que había a principios de este año, según datos de la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones. Pero claro, aquellos móviles nada tenían que ver con los de ahora: entonces eran aparatos para llamar y ser llamado, inofensivos dispositivos a los que la gente abrió las puertas y metió en sus bolsillos. Pasaron de ser un producto reservado a los ricos a convertirse en algo más o menos accesible y más o menos transportable.
Era la época de los míticos StarTAC, los OneTouchEasy, de los primeros Nokia. Luego llegarían las pantallas con píxeles negros, los primeros ensayos con el color, el juego de la serpiente… En poco tiempo un elemento ajeno crecía en nuestro ecosistema, inocuo, imperceptible, alentado por la bonanza económica y el gusto por lo nuevo, por lo tecnológico. La telefonía móvil iba camino a convertirse en una moda.
Pero el virus mutó. Llegó internet a los móviles y empezó a cambiarlo todo. La carrera ya no era hacer móviles más pequeños, sino más grandes para ofrecer mejores pantallas táctiles. Las compañías telefónicas dejaron de facturar por el envío de SMS y empezaron a ver que el negocio estaba en las tarifas de internet.
Llegaban los primeros smartphones, que fueron sustituyendo poco a poco a los viejos teléfonos móviles a medida que los usuarios iban cambiando sus terminales viejos por otros nuevos. Las empresas de telefonía reservan líneas ‘easy’ para personas mayores e irredentos opositores a dar el salto al smartphone. Cosas como las cabinas en las calles, los postes de socorro en las carreteras o los teléfonos fijos en las casas empezaron a perder sentido. Como antes lo perdieron los buzones de correos.
Hay una cascada de datos que avalan el crecimiento del sector. En 2010 un 94,6% de los españoles tenía teléfono móvil, un 1,18% más que en 2009, según el informe España 2011 de la Fundación Orange. De ellos, un 24,4% accedió a internet a través del teléfono móvil, lo que supone un crecimiento del 124,8% respecto a 2009, año en que lo hicieron un 11,3%, lo que supone a su vez la mayor tasa de crecimiento interanual entre los diferentes tipos de acceso a internet.
 
Vaya lío de cifras, pero quédate con la copla, que hay más datos si rebuscas en informes de fabricantes como Nokia o Ericsson: hay 1,6 líneas de móvil por persona en España, donde un 75% de los usuarios de telefonía se conectan a internet cada día a través del móvil y un 84,36% de usuarios tienen terminales móviles que pueden conectarse a internet; además, en marzo de 2009 un 12,19% decía tener contratada una tarifa plana para navegar y en septiembre de 2010 la cifra llegaba un 20,63%, el uso de la banda ancha móvil ha crecido más del 40% de media interanual… y así, infinidad de datos que apuntalan esta tendencia creciente.
Piénsalo, es una plaga: los teléfonos móviles se extendieron sin que te dieras cuenta y, de pronto, mutaron para convertirse en otra cosa y han contagiado a la red entera. Ahora es complicado encontrar un móvil sin posibilidad de conectarse a internet. El teléfono ya no sirve para llamar, o al menos no sólo para eso. Es más, si preguntas a la gente qué es lo que más usa de su teléfono móvil pocos hablan de llamar. Hablan de redes sociales, de WhatsApp, de escuchar música, de informarse.
Pero el cambio es incluso más profundo que eso porque va a lo social. Una madre reciente me contaba que gracias al “bendito smartphone” puede hacer cosas en sus ratos de lactancia: “con una mano sostengo al niño, con la otra uso el teléfono para enterarme de lo que pasa en el mundo”. En el trabajo un compañero comercial me decía que su modo de trabajar ha cambiado radicalmente en una década: “ahora me muevo más para vender porque cuando salgo el trabajo viene conmigo… claro que no sé si eso es bueno o malo”.
Pasa en casa, en el trabajo… y en la calle: la gente camina con la cabeza gacha, auriculares en las orejas y la vista puesta en un pequeño aparato, en el metro manadas de gente se aíslan del entorno acariciando con el dedo sus pantallas de cristal, al subir al ascensor de la oficina un gruñido sirve como respuesta de un chico apoyado en la pared que se deja la vista y los dedos tecleando sin parar. No es la invasión de los ultracuerpos ni una plaga zombie: toda esa gente está comunicándose. A su manera, sí, una manera diferente a la que conocíamos… pero posiblemente ésta sea la sociedad más comunicada que ha existido y en gran parte gracias a los móviles.
El cambio también es económico. En un mundo en crisis como éste las empresas de telecomunicaciones han visto la oportunidad de negocio. Nuevos terminales que dejan obsoletos a los anteriores en apenas unos meses, nuevas prestaciones, complementos, nuevas tarifas y promociones. Los terminales se renuevan a un ritmo febril, con contratos de permanencia y tarifas planas. Y las aplicaciones, claro: 11.000 millones de euros se habrán movido cuando termine el año y se espera que en 2014 alcancen la friolera de 58.000 millones, según un estudio de Gartner. Y eso en plena crisis.
El negocio no termina ahí, porque la inversión publicitaria en móviles se une directamente a la de internet. Un reciente estudio de PriceWaterhouseCoopers sobre inversión publicitaria online en España recogía que sólo los medios de comunicación digitales supusieron en 2010 un 13,6% del total (en 2005 apenas representaban el 2,42%) con 789,54 millones de euros (un 20,7% más que en 2009).
Y aquí se cierra el círculo: el sector de las telecomunicaciones, precisamente, fue el que mayor ingreso obtuvo de los anuncios en la Red, un 12,86% del total, y el quinto del mercado publicitario total, con un 8,1%. En lo que respecta a la publicidad para móviles la tendencia va en paralelo: en 2010 se invirtieron 9,3 millones de euros, siendo precisamente las tres grandes compañías de telefonía las que copaban tres de los cuatro primeros puestos entre los anunciantes gráficos. La pescadilla que se muerde la cola. Mola ser zombie si todos los demás también lo son. Eso sí, nunca un virus fue tan rentable como éste, ¿no?

@borjaventura es jefe de coordinación de lainformación.com
Foto portada: Garry Knight lic. CC
Foto interior: G. Hagedon lic. CC
Visto en: www.yorokobu.es 

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