Sea cual sea nuestra postura en torno a la prostitución, es indudable que existe un estigma social sobre las mujeres que la ejercen. Esta es una de las conclusiones extraídas en las II Jornadas sobre Prostitución y Trata de Personas, organizadas por la Oficina de Derechos Sociales de Sevilla en el Centro Vecinal El Pumarejo.
Comparto algo sobre el taller que en el marco de estas jornadas impartió Raquel Lucas, socióloga experta en malos tratos y violencia de género, que en la actualidad ocupa la presidencia de la Asociación de Estudios de Género para la Igualdad (AEGI) en Cádiz. La idea de esta actividad en Sevilla, cuenta Raquel, es reunir a personas con diferente formación y experiencia pero con igual interés en el tema “para establecer una agenda de mínimos y sensibilizar respecto a estos dos temas” porque, aclara, prostitución y trata de personas son realidades diferentes aunque muy conectadas por lo general. En cualquier caso, “nuestro objetivo principal es generar reflexión y debate”, afirma.
Para debatir y para aportar su visión del tema ha acudido a estas jornadas Leticia,
quien estuvo durante un tiempo visitando pisos de citas para ofrecer a
las prostitutas material preventivo y charlas sobre educación sexual,
así como para explicarles sus derechos. “Les hacíamos ver que había
otras salidas posibles, pero sin forzarlas a nada”, explica esta
psicóloga de formación, “aunque con quienes eran víctimas de abusos y
violencia era mucho más complicado”. Nada más llegar a este taller, un
dato positivo le ha llamado la atención: “Me alegra ver a tantos hombres
entre las personas asistentes”.
Jesús es uno de ellos,
aunque reconoce que se interesó en el tema a raíz de un máster realizado
por su esposa en la Universidad Pablo de Olavide. Él es docente y ha
trabajado en coeducación
para promover valores de igualdad entre ambos géneros, revisando la
documentación y eliminando el lenguaje sexista de los centros
educativos. También ha promovido acciones que “pueden parecer
anecdóticas, pero tienen su importancia”, como evitar las desigualdades
de género en las fiestas organizadas por las escuelas.
Y es que hay muchos prejuicios e ideas
erróneas sobre los roles de la mujer en la sociedad actual. Según expone
Raquel en la introducción del taller, la palabra puta se
relaciona habitualmente con la honra femenina y con el comportamiento
sexual. Los medios de comunicación, la mayoría de los cuales siguen
incluyendo anuncios clasificados, contribuyen a esa imagen distorsionada
de las trabajadoras sexuales, otorgándoles siempre una de estas tres
posibles identidades: delincuentes, porque degradan la imagen de las
ciudades; viciosas, porque atacan a la moral y las buenas costumbres, y
son “culpables de los actos del hombre”; o víctimas, debido a sus
circunstancias familiares o económicas.
Para analizar el grado de veracidad que
hay en estos y otros mitos comunes sobre la prostitución, las personas
asistentes al taller se dividen en grupos de trabajo para,
posteriormente, compartir sus puntos de vista. Respecto a la relación
que se suele establecer entre trabajadoras sexuales y el VIH, se
concluye que en Sevilla ponen bastante énfasis en el uso del
preservativo y “hasta tienen hábitos de autocuidado que no existen en la
mayor parte de la población”. También se habla del consumo de alcohol y
drogas que se suele asociar a esta profesión, reflexionando que es más
habitual entre los clientes, “como forma de desinhibirse y pensar menos
en esa situación”. Sobre si la prostitución es humillante e indigna, la
opinión generalizada es que esos calificativos se han de aplicar más
bien a las condiciones que padecen las trabajadoras sexuales.
En ese sentido se pronuncia Patricia Romo,
psicóloga agente en igualdad de oportunidades que ha acudido a estas
jornadas también como ponente. Ella se declara en una postura
“intermedia” en torno al debate sobre la conveniencia de regular la
prostitución: “Las trabajadoras sexuales reclaman de forma legítima su
derecho a ejercer esta práctica, pero si no se regula, el mensaje que se
traslada a la sociedad puede ser peligroso”. Patricia habla de la doble
moral de las instituciones que, por un lado, no acometen las políticas
necesarias para erradicar la trata de personas con fines de explotación
sexual y, por otro, pretenden hacer “invisibles” a las trabajadoras
sexuales.
Fuente: http://sentido-comun.com/
Fuente: http://sentido-comun.com/
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