jueves, 28 de noviembre de 2013

4 Experimentos "cientificos" bizarros

1-El Toro furioso

En 1963, el doctor José Delgado entró en la plaza de toros de Córdoba (España) con un toro de 250 kilos llamado Lucero.

El neurofisiólogo de la Universidad de Yale no era torero, pero tenía un plan: controlar la mente del toro.

Delgado formaba parte de un pequeño grupo de investigadores que estaba desarrollando una nueva terapia de electroshock. Así es como funcionaba:


 Primero, los investigadores le implantarían pequeños cables y electrodos en la cabeza.

Después, mandarían señales eléctricas a distintas partes del cerebro, provocando emociones y controlando los movimientos del cuerpo. La meta estaba en cambiar el estado mental del paciente, animando a los deprimidos y calmando la agitación.

Pero Delgado llevó a la ciencia a un nuevo nivel cuando desarrolló el "stimoceiver". El chip, que tenía el tamaño de una moneda, podía ser insertado dentro de la cabeza de un paciente y ser dirigido por control remoto.

Delgado previó que la tecnología conduciría a una "sociedad psicocivilizada" en la que cualquiera podría templar sus tendencias auto-destructivas con tan solo presionar un botón.
Durante muchos años, Delgado experimentó con monos y gatos, haciéndolos bostezar, luchar, jugar, aparearse y dormir, todo por control remoto. Estaba particularmente interesado en manejar la ira. En un experimento, colocó un stimoreceiver en un mono hostil. Delgado dio el mando al compañero de jaula del mono, quien rápidamente comprendió que pulsando el botón calmaría a su malhumorado amigo.

El siguiente reto de Delgado era experimentar con toros en España. Empezó implantando stimoreceivers en varios toros y probando el equipo haciéndoles levantar las piernas, girar sus cabezas, andar en círculos y mugir 100 veces seguidas.

Entonces llegó el momento de la verdad. En 1965, Delgado saltó al ruedo para con un toro llamado Lucero, un feroz animal famoso por su temperamento. Cuando Lucero pulsó el botón de su mando, Lucero se paró. Volvió a pulsar y el toro comenzó a dar vueltas en círculos.

La demostración fue aclamada como un éxito en la primera página del New York times, pero algunos neurocientíficos eran escépticos.

Ellos sugerían que, más que detener el ataque de Lucero, simplemente lo había confundido y renunció a atacar. Mientras tanto, algunos extraños empezaron a acusar a Delgado de implantarles secretamente stimoreceivers en sus cerebros para controlar sus pensamientos.

Como el miedo a la tecnología aumentó en los 70, Delgado decidió volver a España para llevar a cabo una investigación menos polémica. Pero su trabajo en electroestimulación cerebral fue pionero.

Esto allanó el camino para los implantes neuronales actuales, que ayudan a los pacientes a controlar condiciones que van desde la enfermedad de Parkinson y epilepsia a depresión y dolor crónico.

2-Solo en la oscuridad 

Para algunas personas, el confinamiento solitario es un castigo; para otros, es una vía para un descubrimiento científico.

En la década de los 60, en la cumbre de la carrera espacial, los científicos sentían curiosidad por cómo los humanos llevarían el viaje en el espacio y el vivir en refugios antiatómicos.

¿La gente podría hacer frente a un aislamiento extremo en un espacio cerrado? Sin el Sol, ¿qué ciclo de sueños tendríamos? Michel Siffre, geólogo francés de 23 años, decidió responder a esas respuestas realizando el experimento en sí mismo.

Durante dos meses en 1962, Siffre vivió en un aislamiento total, enterrado en un glaciar subterráneo en los Alpes marítimos franco-italianos, sin relojes ni luz del día para determinar la hora.

Dentro de la cueva, las temperaturas eran bajo cero, con una humedad del 98%. Constantemente frío y húmedo. Siffre sufrió de hipotermia, además de los carámbanos de hielo que de vez en cuando caían alrededor de su tienda. Pero durante sus 63 días bajo tierra, solo entró en la locura una vez.

Un día, Siffre empezó a cantar y a bailar con sus medias de seda negra. Aparte de eso, todo fue relativamente normal.

Cuando Siffre salió el 14 de Septiembre, pensaba que era 20 de agosto. Su mente había perdido la noción del tiempo, pero por raro que parezca, su cuerpo no. Mientras estaba en la cueva, Siffre llamó a sus asistentes de investigación siempre que se despertaba, comía y se iba a dormir.

Como resultado, se había mantenido sin intentarlo en ciclos regulares de sueño y vigilia. Un día promedio para Siffre duraba un poco más de 24 horas. Siffre descubrió que los seres humanos tenemos relojes internos.

El éxito del experimento hizo que Siffre estuviera deseoso de realizar más investigaciones. 10 años después, bajó a una cueva cerca Del Rio, Texas, durante seis meses, la NASA patrocinaba el experimento.

Comparado con su anterior experiencia, esta cueva en Texas era caliente y lujosa. Su mayor molestia eran los electrodos colocados en su cabeza, lo que significaba que monitorizarían su corazón, cerebro y actividad muscular.

Pero los usaba, y los primeros dos meses fueron fáciles para Siffre. Llevaba a cabo experimentos, escuchaba los registros, exploraba la cueva, y atrapó a su Platón.

En el día 79, sin embargo, su cordura empezó a resquebrajarse. Se deprimió bastante, especialmente después de que su tocadiscos se rompiera y el moho comenzara a arruinar sus revistas y material científico.

Pronto, empezó a plantearse el suicidio. Durante un momento, encontró el consuelo en un ratón que de vez en cuando hurgaba en sus provisiones.

Pero cuando Siffre intentó atrapar al ratón con su cacerola para hacerlo su mascota, lo mató accidentalmente. Escribió en su diario "La desolación me abruma".

Justo cuando el experimento estaba llegando a su final, una tormenta mandó una descarga a través de los electrodos en su cabeza.

Aunque el dolor era insoportable, la depresión embotó su mente de tal manera que tuvo tres descargas más antes de que pensara desconectar los cables.

Una vez más, el experimento de la cueva de Texas dio buenos resultados. En el primer mes, Siffre tenía ciclos regulares de sueño-vigilia, que eran un poco más largos de 24 horas.

Pero después de eso, sus ciclos comenzaban a variar aleatoriamente entre 18 y 52 horas. Era un descubrimiento que impulsó el interés en las maneras de inducir ciclos sueño-vigilia más largos en humanos, algo que beneficiaría potencialmente a soldados, submarinistas y astronautas.


3-Por el amor a los delfines


Quizás, el experimento más preocupante de la historia reciente es el de inteligencia en delfines llevado a cabo por el neurocientífico John C. Lilly en 1958. Mientras trabajaba en el Communication Research Institute, un moderno laboratorio en las Islas Vírgenes, Lilly quería saber si los delfines podían hablar a la gente.

En ese momento, la teoría dominante del desarrollo del lenguaje humano postulaba que los niños aprenden a hablar a través del contacto cercano y constante con sus madres. Por lo que Lilly intentó aplicar la misma idea a los delfines.

Durante 10 semanas en 1965, la joven investigadora asociada de Lilly, Margaret Howe, vivió con un delfín llamado Peter. los dos compartían una casa de dos habitaciones parcialmente inundada.

El agua era lo suficientemente profunda para que Peter pudiera nadar y que Margaret pudiera ir de una habitación a otra. Margaret y Peter interactuaban constantemente, comiendo, durmiendo, trabajando y jugando juntos.

 Margaret dormía en una cama empapada de agua salada y trabajó en un escritorio flotante, por lo que su compañero de habitación podía interrumpirla cuando quisiera.

También pasó horas jugando a la pelota con Peter, animándolo a hacer ruidos "humanoides" y a intentar enseñarles palabras simples.

Conforme pasó el tiempo, quedó claro que Peter no quería una madre, quería una novia. El delfín dejó de interesarse por sus lecciones, y empezó a cortejar sus pies y piernas. Cuando no se le correspondía como esperaba, se volvía violento.

Empezó a usar su nariz y sus aletas para golpear las espinillas de Margaret, que quedaban magulladas.

Durante un tiempo, ella llevó botas de agua y una escoba para defenderse de los intentos de Peter.

Cuando no funcionaba, empezó a mandarle visitas conyugales con otros delfines. Pero el equipo de investigación creció preocupado de que si Peter pasaba mucho tiempo con su especie, olvidaría lo que había aprendido con los humanos.

Al poco tiempo, Peter volvía a la casa de Margaret, aún intentando cortejarla. Pero esta vez cambió sus tácticas. En vez de morder a su amiga, comenzó a frotar cortésmente la pierna de arriba a abajo con su boca y enseñando sus genitales. Sorprendentemente , comenzó a cooperar mucho más en sus lecciones de idiomas.

Descubrir que un humano puede satisfacer las necesidades sexuales de un delfín era el mayor avance entre especies. El Dr. Lilly aún creía que los delfines podían aprender a hablar si se les daba el suficiente tiempo y esperaba llevar a cabo un estudio de un año de duración con Margaret y otro delfín.

Cuando sus planes se truncaron por ser demasiado caros, Lilly trató que los delfines hablaran de otra manera: dándoles LSD. Y aunque Lilly informó de que todos tenían "muy buenos viajes", su reputación en la comunidad científica se deterioró. En poco tiempo, perdió los fondos federales para sus investigaciones.

4-Los tres Jesucristos

Los tres Jesucristos
 Esto es una historia real de tres esquizofrénicos, todos creían que eran Jesucristo. No pasó mucho tiempo hasta que dejaron sus modales y se volvieron realmente locos.

En 1959, el psicólogo social Milton Rokeach buscaba comprobar la fuerza del auto-engaño. Por lo que reunió a los tres pacientes y los hizo vivir juntos en el mismo hospital en Michigan durante dos años.

Rokeach esperaba que los Cristos renunciaran a su identidad delirante después de enfrentarse a los otros que afirmaban ser la misma persona. Pero eso no pasó.

Al principio, los tres se peleaban por ver quien era más santo. De acuerdo a Rokeach, un Cristo gritó "¡Deberías adorarme! a lo que el otro respondió "¡No voy a adorarte! ¡Eres una criatura! ¡Mejor que vivas tu propia vida y abras los ojos ante los hechos!"

Pero el comportamiento de los esquizofrénicos no es la parte más extraña. Más lo era la manera en la que Rokeach intentó manipular a los sujetos. Como parte de un experimento, el psicólogo quería ver que tan arraigadas estaban los delirios en cada uno.

Por ejemplo, en uno de los Cristos, Leon, creía que se había casado con una persona llamada Madame Yeti Woman, una mujer de más de dos metros y 90 kilogramos descendiente de una un indio y una rata jerbo.

Por lo tanto, Rokeach escribió cartas de amor a Leon de Madame Yeti Woman. En ella había instrucciones, pidiendo a Leon cantar "Onward Christian Soldiers" (Adelante soldados cristianos) durante las reuniones de grupo y fumar una marca concreta de cigarrillos.

Leon se sintió tan conmovido por la atención de su esposa que rompía a llorar cuando recibía sus cartas.

Pero cuando Yeti Woman le pidió que se cambiara su nombre, Leon sintió que su identidad había sido cuestionada. Estaba a punto de divorciarse de su esposa de fantasía cuando Rokeach lo quitó del experimento.

Al final de la estancia, cada uno creía que él era el único y verdadero Dios.

De hecho, Rokeach concluyó que sus identidades se habían asentado después de enfrentarse con los otros Cristos.

Veinte años después, renunció a sus métodos escribiendo "No tenía derecho, incluso en nombre de la ciencia, a jugar a ser Dios e interferir durante todo el día con su vida cotidianitica".

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