Falso. Nadie defiende la muerte y no hay nada más reaccionario que
presentar el aborto como un asesinato. Un feto no es un niño. No lo es,
por mucho que insista la Iglesia o Ana Botella, que llegó a decir que
había visto, no se sabe en qué película, "niños de siete meses en las trituradoras".
Es evidente que no es igual un embrión de unas horas que un feto de
ocho meses. Por eso, para solucionar este conflicto entre los derechos
del no nacido y los de la madre, toda la Europa civilizada apuesta por
una ley de plazos, que permita abortar libremente durante las primeras
semanas. ¿Toda? No. Aquí vivimos en la aldea gala, nuevamente la reserva
espiritual de Occidente.
Alberto Ruiz-Gallardón: "Es una apuesta por la libertad de la mujer, un avance histórico".
Falso. Es un retroceso de más de treinta años y una apuesta por la
sumisión de la mujer, cuya libertad queda sometida a la moral de Rouco
Varela y a la decisión del padre, el médico, el juez o el señor
ministro. Hablan de libertad cuando quieren decir represión sexual;
quieren controlar a la mujer, esa fuente de pecados. Basta con ver cuál
ha sido la reacción en Europa ante este "avance histórico" hacia la
caverna. La derecha civilizada, como el diario británico The Times, critica la ley, mientras que solo la ultraderecha de Le Pen aplaude.
Alberto Ruiz-Gallardón: “No hay embriones de primera y de segunda, como no hay personas de primera y de segunda”.
Falso. Si el PP quisiera llevar este razonamiento hasta sus últimas
consecuencias, no habría mantenido el supuesto de violación. Si no lo
hace así –y sólo considera "de segunda" el feto de una violada–, es sólo
porque sabe que hasta los más cavernarios de entre sus votantes ven
abusivo obligar a una mujer a dar a luz al hijo de su violador.
Sandra Moneo (PP): "El aborto se ha usado como un método anticonceptivo".
Falso. Y es un insulto para todas las mujeres que han tenido que pasar
por ese trauma y a quienes la responsable de Igualdad del Partido
Popular presenta como unas irresponsables a las que casi cabe negar la
intervención si llevan la falda demasiado corta. Nadie aborta por
placer, por sadismo o por capricho.
Francisco Álvarez Cascos (septiembre de 2011):
"No es posible hablar de igualdad cuando una mujer embarazada se ve
limitada en su derecho a ser madre por cualquier tipo de circunstancia
económica, social o cultural ajena a su propia voluntad".
Falso. Es justo al contrario. Lo que limita la nueva ley es el derecho
de una mujer sin recursos a decidir sobre su maternidad. Las que
puedan pagarlo podrán viajar a Londres, igual que hicieron antes. Sólo
sufrirán la reforma quienes no tengan recursos para escapar de la
hipócrita ley española. Francia prohíbe los prostíbulos
y España veta el aborto, así que nuestra frontera con el mundo
civilizado será un cruce de extranjeros que viajen hacia el lupanar
español, y de mujeres que salgan hacia las clínicas del norte.
Por supuesto, las familias pobres lo tienen mucho más difícil que las
ricas para cuidar un niño; la desigualdad es un problema, pero no solo
durante los nueves meses que dura un embarazo. Pero esto se arregla con
políticas sociales y guarderías, no con una ley del aborto machista, cruel, inútil y anticuada.
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