Me decía mi primo, que un colega de un país eslavo le preguntó recientemente: «¿Es verdad que estáis con casi 5 millones de parados? ¿Es verdad que no hay crédito para el pequeño y
mediano empresario? ¿Es verdad que cada semana hay un nuevo caso de corrupción política?» A lo que él, muy resignado, contestaba: «Pues sí, es verdad». Y su colega, como
si no entendiese nada, le hacía esta última pregunta: «¿Y no estáis en la calle, como en Túnez?»
Y es que lo que está pasando en España es insólito. Mientras el paro
aumenta, vemos cómo muchos de nuestros políticos defienden sus sueldos
vitalicios. Nos enteramos de tantos casos de corrupción
que empiezan a dejar de ser noticia. Altos directivos de empresas
rentables empiezan a ir en turista, pero nuestroseurodiputados, ¡que lo
han hecho tan bien!, quieren ir en business. Algunas
cajas mantienen los consejos de administración que las quebraron,
mientras el FROB, con nuestros impuestos, les salva la cara. El
gobernador del Banco de España reconoce que actuó tarde en
la reforma de las cajas, pero no dimite. Y el partido gobernante
piensa en sus luchas internas en vez de en el bien del país, con una
oposición aletargada esperando a que el otro caiga, más que a
aportar ideas nuevas.
En una carta al director del Diario Noticias de Navarra, un lector
se preguntaba si somos idiotas. Otros dicen que no, que estamos
dormidos. Y yo me pregunto si no será que nuestros nuevos
valores nos han dejado narcotizados, sin capacidad de responder a
ningún estímulo. ¿Narcotizados, dormidos o idiotas? ¿O las tres cosas a
la vez?
«¡Indígnate!» Con este título, el diplomático
nonagenario Stéphane Hessel ha escrito un ensayo corto que ha vendido
millones de ejemplares en Francia. Hessel hace un
llamamiento especial a la juventud, de la que formó parte como
miembro de la resistencia nazi en París, en los años 40, cuando tantos
europeos se sacrificaron por unos altos ideales. Para él, la
indiferencia es la peor de las actitudes.
¿Se indignará nuestra sociedad? ¿Lo hará la juventud, como lo ha
hecho en tantas ocasiones de nuestra historia? Cuando comparto esta
inquietud con amigos, muchos me dicen que la juventud, que es
la primera víctima de esta crisis, no va a hacer nada, porque no
tiene hambre y está dormida.
Sin embargo, si yo fuera político, estaría nervioso. Como dice
Hessel: “si hoy, como entonces, se encuentra una minoría activa, esto
será suficiente, tendremos la levadura para elevar la masa.”
Los sindicatos están comprados. Pero hoy hay mecanismos más rápidos,
y más creíbles para movilizar a una población descontenta. ¿Qué
analista político podría haber augurado lo que está pasando en
el mundo islámico?
Es cierto que allí hay menos libertad. Es verdad que allí pasan
hambre de verdad. Pero nuestros estándares son más altos y aquí la clase
media se está destruyendo a marchas forzadas. Casi cinco
millones de parados, una corrupción galopante, una juventud sin
futuro, inflación, desorientación de valores… son ingredientes muy
peligrosos.
La clase política debería tomar nota. ¿Se puede seguir manipulando a nuestra sociedad? ¿Es mejor mantenerla narcotizada?
MADAFAKA, Marzo de 2013
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