La primera vez que oíste hablar de drones te entró un poco de canguelo. Decían en la tele que eran unos aviones sin piloto, bastante peligrosos, que Estados Unidos estaba utilizando para matar terroristas en Oriente Medio. Parece que fue ayer, pero en realidad ya hace un lustro de aquello. Literalmente. La semana pasada se cumplieron cinco años. El 23 de enero de 2009, tres días después de asumir la presidencia, Obama autorizó su primer ataque con vehículos aéreos no tripulados, que acabó con la vida de diecisiete personas en la frontera entre Pakistán y Afganistán. Al menos tres de ellos eran niños y cuatro eran civiles.
La polémica no tardó en estallar, pero el Gobierno siguió adelante con sus planes e intensificó el uso de drones en combate. Durante la administración Obama, este tipo de operaciones se han multiplicado por ocho respecto a los tiempos de Bush y ya son 2.400 las personas que han fallecido de esta forma. Unas cifras que ponen los pelos de punta e invitan a desconfiar de la tecnología.
Sin embargo, la mayoría de los drones son inofensivos y de eso también estamos empezando a enterarnos. Jeff Bezos, con su carambola publicitaria, los puso en boca de todos el 1 de diciembre, cuando anunció que Amazon trabajaba en un sistema de reparto aéreo con vehículos no tripulados. Ni era factible a corto plazo – como muchos se encargaron de demostrar – ni se trataba de una idea original. Ya se habían usado de forma experimental para repartir pizza y tacos mexicanos.
Así que ahí lo tienes. Los usos de los drones van de lo irrisorio a lo admirable, de lo estúpido a lo asombroso, de lo cotidiano a lo excepcional. De espiar a los famosos aproteger especies en peligro de extinción. De grabar anuncios y películas a operaciones de rescate. De fertilizar los campos a controlar el tráfico. Un sinfín de utilidades que probablemente no conoces y que son solo el comienzo de una era en la que miles de robots surcarán los cielos para facilitarnos la vida.
Avistar ‘chuletas’
Avistar ‘chuletas’
El copiar se va a acabar. Con un dron revoloteando por el aula a ver quién es el listo que se atreve a sacar una ‘chuleta’ en medio de un examen. Eso debieron pensar los iluminados del colegio Thomas More, en Antwerp (Bélgica), donde se está llevando a cabo el programa ‘piloto’ (perdón por el chiste fácil). Para los profesores, es toda una delicia; para los alumnos, una auténtica tortura. No solo por el factor coercitivo, qué también, sino por lo difícil que resulta concentrarse con un moscón gigante y ruidoso sobre sus cabezas.
Asustar a los pájaros
A grandes males, grandes remedios. Los habitantes de la capital de Canadá tuvieron que tirar de drones el pasado verano para combatir una invasión de gansos. No te rías, que el problema era bien serio. Estos pajarracos estaban contaminando con sus heces las aguas del río Ottawa y los niveles de E. coli en la playa fluvial de Petrie Island estaban por las nubes.
Intentaron acabar con la plaga usando perros adiestrados, señuelos, explosiones… Pero nada funcionaba. Así que una empresa decidió equipar hexacópteros con unos altavoces y mandarlos a ahuyentar gansos. Los llamaron ‘Goosebusters’, en claro homenaje a ‘Los Cazafantasmas’ (‘Ghostbusters’ en inglés). Y no veas si funcionó: en un periquete la población de aves pasó de varios cientos a poco más de una docena. Chúpate esa, madre naturaleza. La tecnología te está pasando por la izquierda.
Perseguir a Big Foot
Un empresario que hizo algo de fortuna en la fiebre del oro y la Universidad de Idaho están detrás de este delirante proyecto, que fracasó miserablemente en Kickstarter. Si el asustadizo y elusivo Pies Grandes existe (y ellos están convencidos de que sí), la mejor forma de encontrarlo y grabarlo mientras se desenvuelve en su hábitat natural va a ser desde el aire. Por eso han puesto en marcha Falcon Project (en castellano, Proyecto Halcón), que tiene como objetivo recoger imágenes del Sasquatch para un documental utilizando un vehículo aéreo no tripulado.
Avisar si viene un tiburón
Los drones como vigilantes de la playa, siempre atentos al peligro que acecha a los bañistas mientras ellos se embadurnan de crema protectora, como si el sol fuera el mayor enemigo al que se enfrentan. No tienen los pectorales de David Hasselhoff ni la silicona de Pamela Anderson, pero vuelan, que tampoco está mal. La idea es de los mismos tipos quehan puesto transmisores a más de 300 escualos para que tuiteen cuando se acerquen a la costa. Unos auténticos genios que se aferran a las nuevas tecnologías para salvar vidas y, de paso, conseguir un poco de publicidad gratuita.
Vender casas
El estadounidense Scott Gerami dice ser el primer agente inmobiliario del mundo que utiliza drones para enseñar las casas a sus posibles compradores desde una perspectiva diferente. ¡Mentira cochina! Como empezó a hacerlo en 2013, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que no es el pionero. Lo fue el peruano Daniel Gárate que, antes incluso de que se legalizaran en 2012 ciertos usos comerciales de los drones, ya usaba un hexacóptero de 5.000 dólares para tomar imágenes aéreas de las mansiones de Los Angeles (entre ellas la antigua casa de Frank Sinatra).
Llevar vacunas al quinto pino
Es uno de esos proyectos que te reconcilian con el ser humano (y sobre todo con la tecnología) financiados por la fundación de Bill Gates y su esposa Melinda. Como parte de uno de sus programas, George Barbastathis y sus compañeros investigadores del prestigioso MIT recibieron 100.000 dólares para desarrollar unos vehículos aéreos no tripulados capaces de llevar vacunas a lugares del Tercer Mundo difícilmente accesibles de otra forma. ¿Sabes qué es lo más alucinante? Que los sanitarios controlan esos drones desde su móvil.
Estudiar huracanes
Igual que los drones van a la guerra para evitar la muerte de soldados, hay robots voladores que se sacrifican en nombre de la ciencia para llegar donde ningún ser humano podría aventurarse. Es el caso de los llamados ‘Global Hawk’, con los que la NASA, en colaboración con otros organismos estadounidenses, pretende llegar al corazón de las tormentas y analizar desde dentro la evolución de los tornados.
El director del programa lo explica con un interesante símil: “Si te dejas caer por la casa de un traficante de drogas, puede que no le pilles; pero si te plantas ahí delante todo el día, podrías conseguirlo”. Y eso es precisamente lo que van a hacer con los huracanes, gracias a unos drones que no combatirán la fuerza del viento, sino que la aprovecharán como medio de transporte mientras realizan valiosas mediciones de húmedad, temperatura, presión y otras variables esenciales para predecir estos fenómenos. Si todo va bien, esta tecnología salvará vidas y ahorrará millones en daños materiales.
Investigar la capa de ozono
Si el cambio climático es preocupante, el agujero de la capa de ozono – que está muy vinculado – no lo es menos. La concentración de este gas en la estratosfera es esencial para la vida humana, porque nos protege de los dañinos rayos ultravioletas. Sin él, estamos perdidos. Por eso los científicos de la NASA también mandarán sus gigantescos drones ‘Global Hawk’ a la atmósfera para estudiar la interacción entre el ozono y el vapor de agua, que parece ser la clave para entender la disminución de este gas y su efecto sobre el clima en nuestro planeta.
Vigilar el hielo de los polos
Los drones no pasan frío y se mueven más rápido que los humanos por los helados territorios glaciares. Por eso son ideales para analizar la evolución del hielo en lugares como Alaska, Groenlandia o la Antártida, con el objeto de determinar a qué velocidad se derrite y cuánto hay de cierto en eso del calentamiento global. De momento, según los propios investigadores, la tecnología está en pañales, pero es cuestión de alcanzar un equilibro entre la carga que llevan los vehículos y las horas de vuelo que son capaces de aguantar.
Monitorizar la radiación en Fukushima
El viernes, 24 de enero, un dron equipado con dispositivos para medir la radiación surcó durante media hora los cielos de Namie, una localidad a escasos kilómetros de la central nuclear de Fukushima que fue evacuada tras la catástrofe de 2011. A diferencia de los aviones tripulados por humanos, que deben mantener una altitud por encima de los 300 metros, estos robots pueden volar mucho más bajo y, por lo tanto, obtener unas mediciones más precisas. Se espera que funcionen a pleno rendimiento en 2015.
Via: http://www.cookingideas.es/
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